viernes, 6 de julio de 2007

ASÍ EMPEZÓ TODO

Toda mi vida gira en torno a la mecánica.
Mi padre abrió un Taller de reparación de automóviles en los años 30 y desde muy niño me trasmitió la pasión por los motores y la mecánica. Aprendí a manejar el torno subido a un cajón de madera. Con el paso de los años mi vocación me llevó a dar clase de Mecánica en Formación Profesional y a fundar con un grupo de amigos una pequeña empresa de maquinaria.
Durante todo este tiempo he sido un gran aficionado a los coches clásicos, en especial de los coches franceses, de hecho he restaurado personalmente un Peugeot de principios de siglo y 2 Citroen 11. Con el tiempo y la participación en Rallies de Coches Antiguos fuí interesándome por los deportivos ingleses y hacía tiempo que buscaba un MG para restaurar, llevaba muchos años acariciando la idea y por fín me decidí a comprar uno. Seguía de cerca los anuncios de La Vie de l'Auto, por que en Francia se pueden comprar a precios asequibles y con volante a la izquierda.

Encontré un vendedor, M. Morell, que importaba coches de los años 40 - 50 de Estados Unidos, un container en barco cada varios meses. Cada vez que llegaba un barco, publicaba la lista de coches y precios. Los primeros intentos me fallaron, por pensármelo mucho.

Así que al final, cuando ví un anuncio interesante, en Diciembre de 2005, me cogí el tren a París en compañía de mi yerno Juan. En París alquilamos un coche hasta una vieja granja transformada en almacén en los alrrededores de Orleans. Por fin, ante nosotros estaban 3 magníficos MG. Pero, en vez de un MG, ¡me acabé comprando el Austin Healey!




El precio era excepcional, el aspecto exterior no era malo teniendo en cuenta que pasó muchos años en un garaje en el que le llovía por encima. El capot estaba oxidado porque dejaron una manta sobre él, los asientos destrozados, y el suelo podrido. La incógnita estaba en el motor, no giraba, no había manera de saber qué avería habia inmovilizado el vehículo tantos años hasta desmontarlo. Había que arriesgarse y rezar para que no tuviera nada importante.


Lo bueno: no le faltaba nada, los faros, las molduras, espejos, ruedas, incluso la insignia original. Eso podía ser un ahorro y un gran atractivo como restaurador.


Y , sobre todo, era un cochazo, un

Austin Healey MK III 3.000,

el último y mas potente de los deportivos "hechos a mano" ....... mucho más de lo que se me había ocurrido comprar. (bueno, pero no era un MG!)

¡Y ME LO COMPRÉ!

Con esas dudas dedicamos la tarde a hacer un poco de turismo y nos volvimos a España para organizar la transferencia y el transporte.

No hay comentarios: